domingo, 26 de enero de 2020

Cara B

Me duele que no quieras hablar conmigo,
aunque fui yo la que dijo adiós.
Ando buscando excusas para hablarte o
preguntarle a tus amigos,
pero no hay excusas, 
solo el insoportable deseo
de que me mires, de que me hables,
de que expreses en palabras lo que sientes.
De que hablemos, aunque sea con balas,
porque este silencio duele más que la muerte,
porque esta ausencia tuya no sé cómo llenarla
y por momentos quisiera el dolor de tus palabras
antes que esta nada y esta culpa y estas dudas.

Y me pregunto si puedo seguir siendo egoísta
o si será cuerdo por mi parte o solo contraproducente
meter el pie en la charca de nuevo,
entrar a bucear a riesgo de ahogarme
para ver lo que hay dentro,
porque ahora lo único que veo
es mi reflejo en la superficie
y me quedo sola con mis pensamientos.
No tengo derecho a ello.
No sé ni lo que quiero.
Me dueles, y creo que quiero saber
si yo también te duelo,
pero ya está hecho, y ya no hay sitio para las palabras.

Cara A

Dime, viento,
hacia dónde soplas,
adónde ha ido la lluvia,
ya no cantas en mi ventana,
y eso me asusta.

Eso me pesa,
tu frío ya no me quema,
pero tu brisa ya no me arrulla.
Y echo de menos la brisa,
y echo de menos el canto.

A veces desearía que fueras tormenta
y trajeras diluvios, truenos y borrascas
y enterraras el silencio.
Y que al escampar todo estuviera mojado y en calma
y el silencio sería diferente.

En realidad no quiero que lluevas,
simplemente me cuesta disfrutar del buen tiempo
sin saber adónde has ido.

Viento, susúrrame de nuevo,
prometo hacer como que no te oigo,
prometo escuchar sin decir nada,
prometo dejarte marchar de nuevo.

domingo, 12 de enero de 2020

Poemas que sangran

Los poemas que escribo son sobre heridas.
Heridas que duelen tanto que no puedo soportar tantos clavos dentro.
Las palabras me ayudan a calmar lo que tengo dentro, lo que siento.
Salen a veces como ríos, con un torrente que desborda,
a veces también con lágrimas.
Y en el papel se quedan los clavos y los cristales.

Es bonito, como un poema puede guardar tanto sentimiento.
Cuánto un poema puede seguir doliendo
aunque pase el tiempo.
Puede parecer terrible
solidificar un sufrir tan grande,
poder, si quisieras, tocarlo y volver a sangrar,
pero a mi me parece maravilloso a su propia manera.

Y quizás alguien que guarde clavos dentro,
que tenga una herida a su vez,
pueda leer el poema y sentir algo.
Quizás pueda curarse a través de la lectura,
a través del poema ajeno sin tener que escribir el suyo,
o quizás le inspire a hacerlo justamente.

Lo único que no entiendo son las personas
que se enorgullecen de provocar poemas,
poemas que sangran.
Porque si inspiras poemas así entonces eres herida,
eres el clavo dentro de alguien.
Esos poemas no te pertenecen,
no eres musa, no eres inspiración;
eres dolor y eres veneno
y nadie debería enorgullecerse de eso.

Quisiera escribir sobre la tierra en mí, sobre la madre-mujer-creadora de todo  en mí, recuerdos latentes que no son míos  pero me pertenece...