con noble porte montaba una brillante silla.
Hasta llegar al pueblo quedaba solo una milla,
pero desde ese punto no observó gran maravilla.
Por el lado del camino vió el jinete un juglar
y por lo que parecía era este su cantar:
"Érase que se era en la Villa del Cañar
una serrana muy fea llamóse Doña Pilar
que a todos los hombres pedía un impuesto por pasar
por la villa de la hija de la madre de Pilar.
Y ahora escucha mi consejo para finar mi cantar,
huye ahora que puedes antes de te la encontrar."
Y el rubio jinete de brillante armadura
dióle la vuelta a su negra montura
para por otro camino seguir su andadura
sin tener que pasar por la horrible aventura.